La actriz que es sinónimo del cine mexicano
“Mi idea era hacer que la gente tuviera acceso a fotografías de buena calidad y que no fueran comerciales”, dice Alexandra Farías, al hablar sobre su proyecto Monotone, galería virtual que presenta la obra de 13 fotógrafos de distintas nacionalidades.
Con una amplia experiencia en fotografía editorial y una maestría en esta disciplina por la Academy of Arts University de San Francisco, Farías fundó el sitio a mediados del año pasado. Una plataforma concebida para que todo el proceso de adquisición de una obra pueda realizarse en línea y de manera sencilla, seleccionando además el tamaño y el marco. Tras haber escogido una pieza, ésta es enviada por mensajería a cualquier parte del mundo, acompañada de un certificado de autenticidad firmado por el autor.
Más allá de la facilidad para la compra, Farías también ve en esta plataforma otra ventaja para los interesados: “Hay galerías físicas pero a veces resultan intimidantes, hacen que te dé pena entrar a preguntar cuánto cuesta algo. En esta página es como si el galerista estuviera contigo, se trata de acercar a la gente a la historia de la imagen y de cada fotógrafo”.
La rutina correcta para el cuidado de la piel
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¿Talento nato?
Tras dejar la escuela a los 16, el diseñador inglés inició su carrera gracias a un reportaje televisivo sobre la escasez de aprendices para costureros, McQueen entró a la famosa tienda Anderson & Sheppard en Savile Row –la ya reconocida avenida por su gran cantidad de sastrerías– preguntó por una vacante y obtuvo una pasantía de inmediato. En ese momento la firma diseñaba trajes para Mikhail Gorbachev y el príncipe de Gales, con quien se rumora tuvo un conflicto por bordar la frase I am a cunt en el interior de su saco, irónicamente 10 años después el mismo principe entregó a Alexander el premio a mejor diseñador.
Su debut en la industria.
Sin ningún antecedente escolar y bajo circunstancias especiales, el inglés ingresó a la maestría en Central Saint Martins, programa al que debe gran parte de su fama. Con su colección de tesis inspirada por el asesino serial Jack the Ripper, la estilista y editora Isabella Blow –quien tenía un don por reconocer a los talentos emergentes más prometedores– quedó fascinada. Simplemente coincidió que estuvo presente, amó el espectáculo y compró toda su colección por £5,000. Creando una gran amistad y lanzando al estrellato al talentoso diseñador.
Así puede verse que nos han dado ganas de estampar nuestra ropa desde siempre y, ahora, gracias a la tecnología de la que fue pionero Bell y que, en la moda, trabaja en mancuerna con los procesos de hechura artesanales, los diseñadores se encuentran con más posibilidades de experimentación. Los estampados que proponen son fuertes, grandes y obvios. Invaden la prenda. Aprovechan que las siluetas son amplias y que hay mucha tela. En esta tendencia hay poca exhibición de piel. Entre más cubierto se esté es mejor, porque entonces habrá más sitios donde estampar. Los estilos —las voces, los mensajes, las ideas— son variados. Los hay como los de reminiscencia oriental que plantea Victoria Beckham, que presenta entre su colección un conjunto blanco, de saco y pantalón, de formas relajadas, elegante, pero amplio como para permitir la práctica de artes marciales y con un estampado azul en contraste, que recuerda las clásicas porcelanas chinas. O también algunos más infantiles y lúdicos, medio nostálgicos, como los que proponen Stella McCartney y Ports 1961. La primera aporta una camisa con gráficos que parecen salidos de una tabla de zoología que explica la variedad de razas caninas combinada con pantaloncillos cortos y calcetines de colores brillantes a media pantorrilla, como se viste un niño dispuesto a salir a jugar; la segunda —Natasa Cagalj, diseñadora para Ports 1961—, juega también en un conjunto que pareciera adornado por un patrón hecho de garabatos aleatorios y que le da un aire de pijama. Más elegantes son las prendas de Ellery y Hermès. La primera presenta una sorprendente colección de espíritu retrofuturista que un solo look no captura: un estampado botánico en un vestido con pantalón debajo —medio oriental, medio retro, medio todo—, el cual llama la atención por tratarse de una enredadera roja que rompe la seriedad que sin ella prometían el blanco y el negro; y la segunda, de la casa francesa famosa por sus evocaciones de elegancia ecuestre, llena con enormes borlas bidimensionales un sencillo vestido negro.
Por su técnica, destaca el abrigo corte frock de Sportmax, cuyo estampado tiene un efecto de luces y sombras que simulan un montón de agujeros como ventanas al vacío instaladas sobre él. Surrealista e irreverente, es una pieza que, de no ser por ese detalle gráfico, sería absolutamente clásica y sobria, pero que gracias a esta adición se vuelve excéntrica y auténtica. Es una forma de decirle al mundo que uno sí podría ser normal, pero que —por fortuna— ha decidido no serlo.