Gisela Leal, la soledad en tres actos
En su nueva novela, la autora da vida a una historia inquietante que invoca la nostalgia tan humanamente compartida.
«Creo que la soledad en sí es un acto sumamente íntimo, el más íntimo de todos». Así inicia la entrevista la escritora regiomontana Gisela Leal. Para ella es algo obvio, no obstante, le parece importante señalar que la soledad nada tiene que ver con estar solo; puedes estar rodeado de personas y de igual manera sentir una profunda soledad. «Para mí, su esencia radica en que llega sin invitarla, porque es algo que no se busca ni se quiere, sino que de pronto toca a nuestra puerta y nos dice aquí estoy y no sabemos qué hacer con ella, porque nos resulta antinatural e inhumana; somos criaturas sociales que necesitamos conexiones humanas para existir, tanto como comer o respirar. La soledad nos hace sentir desconectados y desamparados, y por eso nos pesa, nos duele y nos descompone como cualquier enfermedad grave puede hacerlo. Por otro lado, enfrentarla a veces resulta tan catártico que puede orillarnos a que nos veamos con mucha más claridad y, con suerte, hacernos evolucionar como personas», añade la autora.
La soledad en tres actos es su nueva novela, una historia inquietante que invoca la nostalgia tan humanamente compartida. Gisela nos confiesa que, a diferencia de sus novelas anteriores, mismas que están cargadas de referencias, espacios, tiempos, sitios existentes, este libro surgió de su intención de intentar ser más universal. «Que la historia pudiera suceder aquí o allá o en cualquier lugar; ahora, hace setenta años o en veinte años más. Con esto, mi objetivo era el de concentrarme en la condición humana, que es la misma hoy que cuando los griegos y la misma aquí que en cualquier parte del mundo», señala.
«Esta historia surge de observar mi entorno, mi mundo y, a partir de ello, intentar plasmar las ansiedades, los miedos y dilemas que muchos de nosotros, como personas y como sociedad, enfrentamos -los cuales no me parecen pocos-. Mi principal motivo al contar esta o cualquier historia es el no sentirme sola en esta ardua empresa llamada vida».
Para Gisela, es una característica humana desear escapar de la realidad, quizá por esa soledad común desde el inicio de los tiempos y que es signo perenne, e indiscutible, de la existencia. Gran parte de este escapismo se da a través de la literatura. «Creo que como humanos siempre hemos sentido una gran atracción por explorar mundos distintos, ya sea a través de la ficción, de la religión o espiritualidad o de las sustancias» asegura.
Hay una esencia política innegable en la obra de Gisela. El motivo de su obra es tratar de entender la condición humana: por qué somos cómo somos y hacemos lo que hacemos. Todo lo que afecte a eso le interesa, y la realidad es que todo afecta a todo: la política afecta la sociedad; la sociedad afecta a la familia; la familia afecta al individuo; el individuo siente, piensa, desea, actúa y, en su sentir, pensar, desear, actuar, afecta de vuelta a esta cadena e influye el rumbo de este barco en el que todos estamos montados.
La autora menciona, constantemente, un dejo de añoranza por lo que pudo haber sido y no fue, una nostalgia viva y tangible por la posibilidad. «Esta obsesión por entender por qué somos como somos siempre me lleva a cuestionar si alguno de los factores -ya sea el destino, la psicología, la biología, la genética, la casualidad, los accidentes, el libre albedrío o cualquiera pueda ir en la receta-, de haber sido diferente, habría hecho que una vida tomara un curso totalmente distinto al que tuvo; ese dilema me resulta fascinante y es uno que trato de explorar una y otra vez a pesar de que sé que nunca lograré dar con la respuesta».
En 2011, Gisela Leal llamó la atención por ser la autora más joven en publicar en el sello Alfaguara, tenía entonces 24 años.