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Veruschka: un emblema en la industria del modelaje

En L'Officiel te compartimos un recorrido por la carrera de una de las modelos más icónicas de la década de los sesentas.
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Seguramente has oído esto muchas veces y de muchas modelos, pero Vera Gräfin von Lehndorff-Steinort fue la primera supermodelo moderna. Y con moderna me refiero al concepto que hoy tenemos de ella, a una mujer con un físico extraordinario, porque extraordinaria era su belleza, su cuerpo (de casi 1.90 de estatura) y la longitud de sus piernas.

Nació en Königsberg, Prusia Occidental, en 1939 en el seno de una familia noble, su madre era condesa de Gottliebe von Kalnein y su padre un oficial del ejército que fue ejecutado tras ser acusado de haber intentado asesinar a Hitler. Vera, su madre y sus hermanas vivirían en un campamento de refugiados hasta el fin de la guerra. El horror que vivió durante ese tiempo la acompañó el resto de su vida, llegando a desencadenar una depresión en la década de los setenta.

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Retrato de Veruschka, 1969. Fotografía por Franco Rubartelli / Cortesía de Collection Corbis.

A los 20 años, mientras estudiaba en Florencia, fue descubierta por el fotógrafo Ugo Mulas. Se trasladó a Nueva York, fichó por la agencia Stewart Modeling y, aunque a los clientes les costó acostumbrarse a sus medidas, pronto empezó a aparecer en las portadas de las revistas más reconocidas. Pero antes de ponerse ante la cámara de los grandes (nombres como Richard Avedon o BertStern), Vera trabajó durante mucho tiempo con el fotógrafo italiano Tony Moncada, y en esas fotografías quedaría retratada su transición de modelo a supermodelo. From Vera to Veruschka de Rizzoli recopila todas las imágenes tomadas por el fotógrafo italiano durante esa época.

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Retrato de Veruschka, 1966. Fotografía por Franco Rubartelli / Cortesía de Collection Corbis.

Se convirtió en el ojito derecho de Diana Vreeland (que incluso permitía que la modelo opinara sobre el pelo y el maquillaje que se utilizarían en las sesiones de fotos) y cambió su nombre por Veruschka (su apodo de la infancia) para explotar así su faceta exótica de Europa del Este. En 1966 se estrenó Blow Up, y el resto es historia. Los casi cuatro minutos que dura su escena bastaron para catapultarla a la fama mundial y convertirla en todo un ícono. Desde entonces hasta 1975, Veruschka llegaría a cobrar hasta 10 mil dólares al día, una cifra que entonces era inalcanzable para una modelo. 

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Retrato de Veruschka, 1968. Fotografía por Franco Rubartelli / Cortesía de Collection Corbis.

Pero en la década de los setenta se vio obligada a retirarse a causa de su enfermedad, algunos dicen que fue por las experiencias de su infancia, otros porque dejó de trabajar para una revista renombrada por discrepancias con su nueva editora, Grace Mirabella. Desde entonces, se ha dedicado al mundo del arte y solo ha colaborado en ocasiones determinadas con diseñadores como Giles, para el que desfiló en 2010, o Tom Ford, aunque su figura y su imagen siguen siendo fundamentales para entender el funcionamiento actual de la industria del modelaje.

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