Viva la eterna Frida Kahlo
Artista vanguardista, activista política y mujer. ¿Cuál de estos adjetivos definen mejor a Frida Kahlo? Todos y al mismo tiempo ninguno, había tantos matices en ella, que sería inútil tratar de definirla en uno solo. De Frida no se puede hablar de la artista, sin mencionar a la mujer. Recordada por su gran obra, actualmente permanece como el legado de toda una nación y a 66 años de su partida sigue siendo imposible de olvidar. En L'Officiel recorremos la vida de esta gran mujer y de la casa que fue testigo de su historia.
La artista nacida en la Ciudad de México en 1907, Frida Kahlo es considerada una de las mexicanas más reconocidas del mundo. Hija de Guillermo Kahlo, fotógrafo y migrante de religión judía y de descendencia alemano-hungría y de Matilde Calderón, fue la tercera de cuatro hermanas.
A los 6 años, Frida contrajo polio, una enfermedad que le ocasionó poco desarrollo en su pierna derecha y por el resto de su vida tuvo una pierna más corta.
Retrato de Frida Kahlo, 1919. Fotografía anónima / Cortesía Museo Frida Kahlo.
En 1922 asistió a la preparatoria ENP, una institución fuertemente influenciada por los ideales de la Revolución Mexicana. Pero tres años después ocurriría el accidente que cambiaría su vida. El autobús en el que viajaba Kahlo sufrió un choque, que subsecuentemente causo incontables fracturas en los huesos de la artista.
Los temas recurrentes en todas sus pinturas son la búsqueda de identidad y reforzamiento de esta, por medio de arte inspirado en el típicamente mexicano, y de autorretratos. En 1929, a los 22 años, se casó con Diego Rivera, quien tenía 42 años, ambos apasionados por los ideales revolucionarios que culminaban en esa época, y el arte. Sus últimos años fueron marcados por su constante batalla con su salud, finalmente culminando en dos intentos de suicidio y su muerte el 13 de julio de 1954, a sus 47 años.
Las dos Fridas, 1939. Retrato por Frida Khalo / Cortesía del Museo de Arte Moderno.
La pintora transmitía una opinión en todos los aspectos de su vida, lo cual no se limitaba solo al arte. Kahlo, supo compaginar con maestría su lado femenino con el masculino, sabiendo que no tenía que sacrificar ninguno de los dos para considerarse una auténtica feminista. Su estilo navegaba entre lo tradicional y lo andrógino, y jamás se rindió ante las convenciones sociales de la época. Es por eso que a través de la indumentaria, encontró otra forma de sobresalir en la esfera de grandes pintores masculinos que la rodeaban. Su distintiva imagen con los clásicos vestidos de tehuana –trajes tradicionales del estado de Oaxaca– fueron significativos, ya que simbolízan una sociedad matriarcal. Sin conformarse con alguna vertiente, las prendas consideradas como «masculinas», también tuvieron apariciones frecuentemente en su guardarropa.
La Casa Azul –ahora Museo Frida Kahlo– vió nacer y morir, dentro de sus propias paredes el alma de Frida Kahlo. La vió dar sus primeros pasos, conocer el arte, enamorarse, decepcionarse y finalmente partir. A pesar de que recorrió el mundo, la gran casona de Coyoacán siempre se mantuvo como su refugio predilecto y hoy en día se sigue conservando como tal. A los cuatro años del fallecimiento de la pintora, la Casa Azul abrió sus puertas como centro cultural, para permitirle al público una mirada más profunda de la vida hogareña de la artista.
La casa familiar, fue construida por el padre de Frida, Guillermo Kahlo, siguiendo las costumbres arquitectónicas de la época en 1904. Con un estilo exterior francés y un gran patio central, rodeado de recámaras. Cuando Frida Kahlo y Diego Rivera se casaron, llenaron el hogar Kahlo con objetos de arte popular mexicano. El distintivo color azul de los muros se plasmó en 1937, cuando el perseguido soviético León Trotsky, vivió en su casa.
El gusto de la artista permeaba todos los rincones de su hogar, lleno de colores y objetos de colección. Después del trágico accidente que Kahlo sobrevivió en su juventud, la madre de la artista instaló un espejo sobre su cama. Y mientras la artista estuvo confinada, comenzó a realizar sus retratos. Los medicamentos y las muletas se quedaron como testimonios del gran sufrimiento físico que soportó gran parte de su vida.
En su estudio se puede encontrar su antiguo caballete, regalo del magnate Nelson Rockefeller. Sus pinceles y pinturas, se pueden observar como los grandes instrumentos que le permitían expresarse a la artista.
Material de trabajo, 1951. Fotografía por Gisèle Freund / Cortesía del Museo Frida Kahlo.
Otro de los espacios más conocidos del museo es la cocina de estilo tradicional mexicano. En ella las ollas de barro y las palas de madera, eran indispensables para preparar guisos típicos. En su comedor se reunieron a compartir ideas grandes personalidades del Siglo XX, entre ellos: André Breton, Juan O´Gorman y Tina Modotti.
Interior de la casa de Frida Kahlo y Diego Rivera, 1951. Fotografía por Gisèle Freund / Cortesía IMEC-Fonds MCC.
El Museo Frida Kahlo, o mejor conocido como La casa azul, abre sus puertas en esta época de distanciamiento social, con una oportunidad única para hacer un recorrido virtual y conocer su legado histórico aquí.